San Martín: un año después del devastador huracán Irma

En el paseo marítimo de Phillipsburg, la capital del lado holandés de la isla de San Martín, la vida vuelve lentamente a la normalidad un año después del paso del huracán Irma. Los cruceros ofrecen un flujo de turistas que buscan entretenimiento en la playa y compras libres de impuestos. Pero en el lado francés, las casas permanecen en ruinas y los escombros ensucian el paisaje. Es la zona menos favorecida de la isla, precisamente donde Irma golpeó con más fuerza.

"Irma acaba de exponer la realidad de lo que ya estábamos viviendo", dice Jéremy, un trabajador juvenil en el empobrecido vecindario de Sandy Ground. Allí el huracán dejó al descubierto las divisiones sociales de la isla. La mayoría de la gente aquí no tenía seguro cuando Irma lo golpeó, dejándolos dependientes de la caridad y de sus propios recursos para reconstruir sus hogares y sus vidas.

"Es el lugar más hermoso del mundo", según Jean-François, mientras se pone en marcha la reconstrucción de su lujoso hotel en el otrora idílico Grand Case. Esta isla aislada, dividida entre Francia y los Países Bajos desde el siglo XVII, depende casi por completo del turismo. La gente de aquí sabe que su sustento depende de que la infraestructura esté en funcionamiento lo antes posible y expresan decepción y enojo con las autoridades por la lentitud de la reconstrucción.

"Recibí 50 millones para servicios públicos, 15 millones para reparar escuelas y 6 millones para viviendas ... ¿Es suficiente? ¡No, no es! Pero eso es lo que tenemos", dice Daniel Gibbs, presidente de 'Overseas Collectivity' en San Martín, título de quien representa al lado francés de la isla desde 2007.

París ha pagado reparaciones de carreteras, escuelas y telecomunicaciones, pero pide que el Gobierno local realice más gestiones en la reconstrucción.